El vino del alba
... aquellos que beben vino al alba
ni piensan en mezquitas ni esperan paraísos
-Omar Jayyam
Es la luz ‑recuérdalo, grábalo
en la piel de tus párpados‑
el vino del alba
Bebe ese elíxir, refréscate,
sal con él de la gruta de los sueños
es tu alma
Míralo ya, con la sed primera
atónita de tus ojos, géiser o volcán,
exultante tizón
No mezquitas ni paraísos sobre la tierra
podrían consagrarse y recogernos
sin esta vendimia
Pródigo, has llegado a la dicha
pregunta por tu fortuna, abrázala, derrámala:
el día empieza.
Del libro: CANTAPALABRA
TUMULTUOSO, ANDANTE
Estas manos que al agitarse
son fuego
por decir
música
Nadie sabe de dónde vienen
qué madres atrás de la memoria
las han hecho brotar
elíxires suntuosos
hipnotizados
llamaradas
al contacto del aire
Por ellas cualquier materia pura
participa del viento
el silencio se puebla de imágenes
y los oídos comprenden
manos como dagas
acuáticas y vehementes
en el cerco de una batalla desconocida
Nadie sabe de dónde vienen
cuándo una madre y un padre
descubrirán que las manos del hijo
crepitan
bajo una tormenta
que sólo en ellas restalla
Han partido
nunca volverán atrás
son voces
no quien las llama
sino ellas mismas
dolorosamente respondiendo
a la pulsasión de la materia
Las manos obedecen
se agitan
tal hogueras irguiéndose
en columnas y cataratas
que el oído contempla
es así que nace
la música
¿QUÉ NOCHE ES TU CUERPO? ¿Qué guitarra cerrando sus labios en la penumbra? Te acercas, te hundes acariciando un nombre antiguo. No te abres, acompañas, rodeas. Pareces un hogar de maderas oscuras; tu corazón: mineral fulgiendo en lo hondo. Música marina de esas cuerdas.
Todo puede morir en tu noche y emigrar al balcón donde una familia mira la nieve y llora y no entiende. Mejor deslizarse por las rías del corazón, adonde las manos vean, para que atrapen el eco de un galope por la playa. O como si alguien trenzara tu cabellera al pozo de la guitarra y nos quisiera acompañar bajo un ritmo de marismas.
Escucha el cobre de tu piel, cómo se entibia el lecho, cómo ondula el ébano ante la luna. De mi mano a tu piel, murmullo de maderas; y el silbo de la cabellera. Escucha, no mires, no toques. Atrapa el recuerdo indeciso, abrázalo hasta descubrir por qué lloras.
Dime entonces, dime ya, ¿qué noche es tu cuerpo?, ¿qué guitarra en su adagio marino? No uses palabras pues el deseo no es pregunta, es tacto de estrella; es la caricia del arpegio. Es recordar el nombre que no nos pertenece. Extiende los brazos antes de que el cazador de ondinas ronde con su babeante jauría de cadáveres. Esfúmate en tus secretos. Huye en la quietud, como yo. Ahondémonos en la espesura de este bosque.
(retrato con guitarra)
ONDINE (RAVEL)
la mujer el deseo el tiempo:
torrente entre las manos
del pianista
asciende se revuelve
brilla esa espuma
el instante florece
dejo de oír
apenas gotea
el murmullo de los dedos
tal vez clepsidra
lenta torturante
cada nueva gota
es el adiós
he dejado de verte
tu voz no me cela
se deslíen
las manos
apenas un rumor de yerba
un ruiseñor cuando todo acaba
su canto
eco de agua
el temblor de la rama
vacía
la última vibración
que el pianista repite:
“despídete de Ondine
abrazaste agua
rocío besaste
ahora tu corazón y oídos
persiguen sombras
los ríos son mujeres fugaces
Ondine es sólo espuma
entre los dedos del silencio”.
KÉKSZAKÁLLÚ
Todo hombre es Barba Azul
ante la llegada de la mujer
una mirada que al callar pregunta
que al hablar vuelve a preguntar escuchándose
Esa mujer que al pasar por cada habitación
algo sabe pues interroga
la cocina y el dormitorio son suyos
por sólo recibir el contacto de su peso
Nada sabemos de lo que sabe
aun si ocultamos fechas y claves
alguien mira y atiende cada resquicio
de lo que hemos sido y está ahí
La casa habla y el silencio es nuestra entrega
la forma masculina de dejar que todo sea llave
memorias convocadas y siluetas en el aire
para decir “soy mi casa y has llegado”
Noticias del pasado o frases elusivas no importan
jardín de sombras o mares fustigantes
pétalos de la infancia vértigos lunares
cuencos del ocaso hurtados del Tiempo
El cuento es repetido y vuelve a ser contado
el hombre sucumbe a su frío
urge el abrazo femenino
cae en ella
y la historia de la casa que habla con cenizas empieza
EL ADAGIO RELIGIOSO
¿Qué busca el piano de Bartók cuando golpea el silencio?
el marfil de las teclas vuelve a ser hueso dientes colmillos
castañeteando un hambre inmemorial
algo cruje aterrado cuando la mordida hiende el aire
los alientos y violines piden regresar a la luz
en vano:
el piano es un tambor de oscuridades
nadie danza su danza de huesos
Es un ángel loco quien ha venido al taburete
disimula sus alas cenicientas bajo la cola del frac
dedos más pálidos que el marfil
arrastran un mar de pesadillas e iluminan
los pensamientos de los amantes
el público sigue atento el metrónomo de Bartók
¿quién vendrá a decirle que navega en un buque fantasma?
¿alguien sospecha dónde desembarcaremos?
El ángel sigue buscando
cuellos ateridos para lamer
entona himnos de resurrección
y las almas en pena ofician misa
religión de cuervos y erinias
debieran los corazones callar
Bartók los rasga con la delicia del verdugo
que alivia sus noches escuchando música
la batuta se revuelca en celo
gime conforme nos doblega
Atrevámonos a regresar a casa
depuesta ya la máscara de kehel
miremos la paz de la alcoba
busquemos fotos viejas y hagamos otra misa
un incendio con caras extáticas y amores perpetuos
Hasta que el haz flamígero transforme nuestros dedos
en negra pez nuestro lecho
en un buque de marfil
hundámonos entonces en la sala de conciertos
que cada quien lleve sus fantasmas
a escuchar a Béla Bartók
... aquellos que beben vino al alba
ni piensan en mezquitas ni esperan paraísos
-Omar Jayyam
Es la luz ‑recuérdalo, grábalo
en la piel de tus párpados‑
el vino del alba
Bebe ese elíxir, refréscate,
sal con él de la gruta de los sueños
es tu alma
Míralo ya, con la sed primera
atónita de tus ojos, géiser o volcán,
exultante tizón
No mezquitas ni paraísos sobre la tierra
podrían consagrarse y recogernos
sin esta vendimia
Pródigo, has llegado a la dicha
pregunta por tu fortuna, abrázala, derrámala:
el día empieza.
Del libro: CANTAPALABRA
TUMULTUOSO, ANDANTE
Estas manos que al agitarse
son fuego
por decir
música
Nadie sabe de dónde vienen
qué madres atrás de la memoria
las han hecho brotar
elíxires suntuosos
hipnotizados
llamaradas
al contacto del aire
Por ellas cualquier materia pura
participa del viento
el silencio se puebla de imágenes
y los oídos comprenden
manos como dagas
acuáticas y vehementes
en el cerco de una batalla desconocida
Nadie sabe de dónde vienen
cuándo una madre y un padre
descubrirán que las manos del hijo
crepitan
bajo una tormenta
que sólo en ellas restalla
Han partido
nunca volverán atrás
son voces
no quien las llama
sino ellas mismas
dolorosamente respondiendo
a la pulsasión de la materia
Las manos obedecen
se agitan
tal hogueras irguiéndose
en columnas y cataratas
que el oído contempla
es así que nace
la música
¿QUÉ NOCHE ES TU CUERPO? ¿Qué guitarra cerrando sus labios en la penumbra? Te acercas, te hundes acariciando un nombre antiguo. No te abres, acompañas, rodeas. Pareces un hogar de maderas oscuras; tu corazón: mineral fulgiendo en lo hondo. Música marina de esas cuerdas.
Todo puede morir en tu noche y emigrar al balcón donde una familia mira la nieve y llora y no entiende. Mejor deslizarse por las rías del corazón, adonde las manos vean, para que atrapen el eco de un galope por la playa. O como si alguien trenzara tu cabellera al pozo de la guitarra y nos quisiera acompañar bajo un ritmo de marismas.
Escucha el cobre de tu piel, cómo se entibia el lecho, cómo ondula el ébano ante la luna. De mi mano a tu piel, murmullo de maderas; y el silbo de la cabellera. Escucha, no mires, no toques. Atrapa el recuerdo indeciso, abrázalo hasta descubrir por qué lloras.
Dime entonces, dime ya, ¿qué noche es tu cuerpo?, ¿qué guitarra en su adagio marino? No uses palabras pues el deseo no es pregunta, es tacto de estrella; es la caricia del arpegio. Es recordar el nombre que no nos pertenece. Extiende los brazos antes de que el cazador de ondinas ronde con su babeante jauría de cadáveres. Esfúmate en tus secretos. Huye en la quietud, como yo. Ahondémonos en la espesura de este bosque.
(retrato con guitarra)
ONDINE (RAVEL)
la mujer el deseo el tiempo:
torrente entre las manos
del pianista
asciende se revuelve
brilla esa espuma
el instante florece
dejo de oír
apenas gotea
el murmullo de los dedos
tal vez clepsidra
lenta torturante
cada nueva gota
es el adiós
he dejado de verte
tu voz no me cela
se deslíen
las manos
apenas un rumor de yerba
un ruiseñor cuando todo acaba
su canto
eco de agua
el temblor de la rama
vacía
la última vibración
que el pianista repite:
“despídete de Ondine
abrazaste agua
rocío besaste
ahora tu corazón y oídos
persiguen sombras
los ríos son mujeres fugaces
Ondine es sólo espuma
entre los dedos del silencio”.
KÉKSZAKÁLLÚ
Todo hombre es Barba Azul
ante la llegada de la mujer
una mirada que al callar pregunta
que al hablar vuelve a preguntar escuchándose
Esa mujer que al pasar por cada habitación
algo sabe pues interroga
la cocina y el dormitorio son suyos
por sólo recibir el contacto de su peso
Nada sabemos de lo que sabe
aun si ocultamos fechas y claves
alguien mira y atiende cada resquicio
de lo que hemos sido y está ahí
La casa habla y el silencio es nuestra entrega
la forma masculina de dejar que todo sea llave
memorias convocadas y siluetas en el aire
para decir “soy mi casa y has llegado”
Noticias del pasado o frases elusivas no importan
jardín de sombras o mares fustigantes
pétalos de la infancia vértigos lunares
cuencos del ocaso hurtados del Tiempo
El cuento es repetido y vuelve a ser contado
el hombre sucumbe a su frío
urge el abrazo femenino
cae en ella
y la historia de la casa que habla con cenizas empieza
EL ADAGIO RELIGIOSO
¿Qué busca el piano de Bartók cuando golpea el silencio?
el marfil de las teclas vuelve a ser hueso dientes colmillos
castañeteando un hambre inmemorial
algo cruje aterrado cuando la mordida hiende el aire
los alientos y violines piden regresar a la luz
en vano:
el piano es un tambor de oscuridades
nadie danza su danza de huesos
Es un ángel loco quien ha venido al taburete
disimula sus alas cenicientas bajo la cola del frac
dedos más pálidos que el marfil
arrastran un mar de pesadillas e iluminan
los pensamientos de los amantes
el público sigue atento el metrónomo de Bartók
¿quién vendrá a decirle que navega en un buque fantasma?
¿alguien sospecha dónde desembarcaremos?
El ángel sigue buscando
cuellos ateridos para lamer
entona himnos de resurrección
y las almas en pena ofician misa
religión de cuervos y erinias
debieran los corazones callar
Bartók los rasga con la delicia del verdugo
que alivia sus noches escuchando música
la batuta se revuelca en celo
gime conforme nos doblega
Atrevámonos a regresar a casa
depuesta ya la máscara de kehel
miremos la paz de la alcoba
busquemos fotos viejas y hagamos otra misa
un incendio con caras extáticas y amores perpetuos
Hasta que el haz flamígero transforme nuestros dedos
en negra pez nuestro lecho
en un buque de marfil
hundámonos entonces en la sala de conciertos
que cada quien lleve sus fantasmas
a escuchar a Béla Bartók