sábado
PABLO MORA
Librémonos
Del poeta que escriba en menguante. Del sol que caliente la miseria. De la antigua procesión de hojas marchitas. Del virginal destierro sin regreso. Del zorro tiempo que cosió el silencio. De las vergüenzas, los odios, los bisiestos años. De los millones, billones o trillones de justos. De sus escombros, sus heces, sus herbajes. De los hombres buenos, fraternos o pendejos. De las rojas calificaciones del rocío. De la criptografía de los espías. Del aurinegro estiércol de los diablos. De los fatídicos cálculos arábigos.
¡Librémonos!
De los escupitajos. De los mortecinos ecos de una infancia hueca. De lunas distraídas, putrefactas, con soriasis. De la antigua costumbre de ir por las laderas del hocico de algún pan sin nombre y apellido. De los cimientos, aleros o gargantas donde los helechos ocultan las crecientes y clinejas. De alguna vez sin sombra. De esos ojos que se van poniendo chinos de puro sentimiento muerto.
¡Librémonos!
De la brisa muda, confundida, agazapada. De la herida lágrima del beso de la puerta. Del llanto aguacero del payaso de los pájaros. De las simas infernales de la hormiga. De algún día sin noche. Del eterno aprendiz de pordiosero, de poeta. De ser tan sólo trapo viejo de cocina esenia. De la marginalidad de la mordaza. De la ciudadanía de la maleza. De la confusión de los espíritus. De las malas tintas, trinitarias, con pereza azul marina. Del alegre gasto de hojillas, saludos, palabras y regresos.
¡Librémonos!
De los relojes de los largos sueños. De los gestos, los cantos, cuernos, cuentos y coros de la tarde. De las viejas arenas del río. De las azules piedras del mar, sus costados y quebrantos. De mirar sin miedo a maltratar al ciego. Del hórrido graznido de un auricular espía. Del sol, la luna y las estrellas. De la luz que fue hecha. Del desorden sacrosantamente público. De los orinocos de la angustia básica. De la andanza de los cristos encarnados, truculentos.
¡Librémonos!
Del pavoroso tesoro del hambriento, el eterno basural de los sinsontes. Del hueso gustero. Del mañanero pedazo de candela. De la saneada policía embrutecida, envenenada. De la santidad de las semanas. De la conjunta mortandad de los calvarios. De la muda orfandad de los samanes. De los apócrifos pensamientos. De su vigencia escandalosamente moribunda. De tanto malandrín contemporáneo tan lleno de sabor latino.
¡Librémonos!
De alguna lupanaria invasión de los marines. De posesiones, transmisiones, misiones, sumisiones. De agresiones, regresiones, transacciones, conciliaciones o casinos. De la ginecocracia de la mujer. De las angélicas pasionarias arenas de las flores y las algas. De quienes juntan casa a casa y añaden heredad hasta ocuparlo todo. De maquinaciones, de coyundas y de yugos. Del monte sin bramido de ganado. De la economía sin fronteras. De las firmes retiradas. De las mentiras, de las granadas, de las carcajadas.
¡Librémonos!
De los amparos, los desamparos, los roperos, los preparos y reparos De los trabajos, los dioses y los días. De los bravos, de los buenos, de los feos, de los malos. De los barcos juguetes de garbanzos o gabazos. De las gaviotas de cada día. De la luz eléctrica desinfectante y puta. De quien nos siga, nos hurgue, espere y desespere. Del Eclesiastés. Del Eclesiástico. De los Excelentísimos Señores Superviajeros. De los pasajeros. De los proverbios, los refranes y los eros. De los cinco o cinco mil panes. De los cinco puntos cardinales de los canastos engrifados por el llanto.
¡Librémonos!
De los canarios, los gallos, los grillos, los cristianos y los trompos tuertos. De cualquier unión patriótica. De cualquier estado hideputa unido, supremo, checo, eslovaco, ecuménico o romano. Del nostradámico naufragio del planeta. Del enfermo pobre. Del remedio caro. Del tramposo viejo. De la hornilla muerta. Del acecho de la sierpe. De la estatua del silencio. Del complejo azucarero del diabético. De las impúdicas raíces cuadradas, literarias. De las impunes rimas estridentes, procelosas, desnudas o atenuadas. Del pus supremo de los viudos y los solos. De la ponzoña, la maleza y la cizaña.
¡Librémonos!
De las Constituciones, los Constituidos y las Constituyentes. De las vulvas quebradas del quebranto. De los suspiros lustrales del torrente. Del delirio augusto en torrencial plegaria. De la sinérgica vacuidad del cosmos. Del lirio y la vagina a la intemperie. Del cante jondo de Dionisio en galla misa. De los Smith, de sus deudas indeseadas, inmorales, indexadas. De los Truman vagabundos de la guerra.
¡Librémonos!
De los racimos del hambre y la miseria. De los ridículos seguros poderosos previsores. De las bárbaras sedes de los deltas del silencio en alta mares crines de arrechera encabritada. De la ansiedad de las pedradas. De virtudes, peines, arañas, alacranes y pañales. De la solemne soledad de los agostos. De la tristeza, esa mierda, compañera insoportablemente legañosa, tiernamente oscura.
¡Librémonos!
De tropezar con un martes trece. Con un caballo loco o un león insomne en fuego. De una madrugada acacia hambrienta. De la corneja al lado adverso del destino. De alguna tristeza ultramarina. Del aullido de la hiena. De la salvaje cabra, del chacal y del hurón. De la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.
¡Librémonos!
Del canto del gallo en aguacero. De la abismal oquedad de la renuncia. Del carcomido silencio en increíble soledad deshabitada. De los toreros muertos, de los huérfanos teteros. De la zocacola, las anhedonias, los pericos. De los fantasmas de Canterville. De los sobrevivientes. De Chernobyl. De las intelectuales escrituras patriarcales pendulares.
¡Librémonos!
Del rap de las hormigas. Del carrusel de las Eduvinas, las Adelas y las Adelitas. De los enanitos verdes. De los traviesos gusanitos. De los políticos paralíticos, sifilíticos. De la escasez del tiempo para el ocio, el vicio y el fornicio. De las mezclas con efectos especiales. De los bebedizos, menjurjes, barbechos y barbascos. De los puercos y los porchettos.
¡Librémonos!
De los contagios del alma. De los rituales. Del limbo y los reptiles. De los cristianos, cristales y vitrales. De los juanes, los mordiscos, las trompadas, estallidos y luceros. De los venenosos invidentes. De las tuercas, tutecas, lagartijas y cangrejos. De la tara, las lesiones, sus corotos, tormentos y lecciones. De las guerrillas, las calabazas, los velorios. De las ocurrencias de la muerte. De los ojos abiertos de los ciegos.
¡Librémonos!
Del medio camino de la vida. Del azufre, del agüero, del aojo. De la desnuda mariposa salamandra. De la amapola en luna descubierta. Del tísico pañuelo de la guerra. De consejas, sinagogas, conjuros y consejos. De argucias, fraudes, hurtos, dolos y asechanzas. De echar dado falso, de cargarlo. De caer en el señuelo o en el lazo. Del necio, sus celadas y sandeces. De confundirnos alguna vez de mano, de palabra, de noche o de locura. De lluvia, de casa o de garganta. Del canalla y sus vilezas. De la sangre colorada en desamparo permanente. De acampar algún día en ensangrentado llanto. De tener que cargar con la rosa agusanada sobre el opaco lomo del que nunca fuera.
¡Librémonos!
De la matadura de la memoria voraz que atiza los relámpagos. Del desbocado potro que golpea en el pecho sus chispeantes cascos herrados por el viento. Del vórtice abierto que engulla nuestra esperanza desolada. De la desolladura del barro que seremos. Del errante diluvio de los párpados insomnes. Del estridente relincho del rayo de los pájaros.
¡Librémonos!
De tener que mear sangre en los hocicos de los gusanos o pagar peaje con vinagre de Mahfud. De tener que presenciar el duelo de una telaraña con la lluvia. O el de un colibrí con el sueño de una cerbatana. De tener que oírle a la lluvia un cante jondo. O asistir al entierro de una hormiga virgen. De tener que andar en puntillas sobre un silencio o liberar una estrella de una luz alpina.
¡Librémonos!
De tener que regresarnos de la muerte u oírle al mar sus coruscantes sinfonías de agua. De tener que cambiar de aldea. De que se desteja el encaje del sol enfurecido. De que se desgaje el transido corazón del hombre. De que se desate la noche de la guerra o se zafe el curricán del mar.
¡Librémonos!
De que nos sorprenda el aplauso de un pájaro salvaje o la madre del caracol huyéndole a la pena. De aquél que no conozca la tristeza. De las indómitas fieras de la guerra. De tener que ver los mil cielos sin estrellas. De que el sueño sea el camino de la muerte. De querer en alguna madrugada abrirse una vena o un ojo que nos dé la libertad eterna.
¡Librémonos!
De la culebra amarilla de la acera en donde guiñan nuestra vida los goznes de los miedos menguados de unos asnos escondidos en los postigos del tiempo, amarrados al fulgor de la garita quejumbrosamente polvorienta de la lluvia en suerte.
¡Librémonos!
De las sombrillas del corazón. Del desierto de las bolsas. De las zapatillas de las brujas. De las gusaneras del Palacio. Del abrazo de un ogro purulento. De un Judas vivo o un Vallejo muerto. Del hambre, digo, del hombre decente, parte de la Religión, ese viejo escondite, guarida de dioses, infiernos y demonios. Del corazón, ese tercer cojón del hombre. Del sidoso divino providente. De los cojones de la Divina Providencia.
¡Librémonos!
Jugar es...
Jugar es descubrir el secreto de los vinos mojados por el tiempo o el vientre de las flores anunciando el suspiro de los dioses. Jugar es darle rienda suelta al niño que se esconde en nuestros sueños. Jugar es sentir que el viento nos acerca a los difuntos o nos hace volver a las espigas o al fondo más lejano de los vasos. Jugar es destejerle al herbaje sus clinejas, no olvidarse de darle de beber a las botellas. Jugar es celebrar el cumpleaños de los árboles. Jugar es escuchar el aplauso de los pájaros cuando revienta en diapasón el día a pesar del estruendo de las hambres. Jugar es desarmar como un niño la osamenta y dejar el juguete de nuestra estatura abandonado en un rincón. Jugar es echar una canción en la mirada para dar con el canto del asombro.
Jugar es hacer caber a Dios en un dedal, al Sol en el ojo de una hormiga, al mar en los labios de una perla. Jugar es disfrutar de que el hombre juegue con el sol y más de que el sol juegue con el niño. Jugar es apiadarse de una pomarrosa engrifada entre la lluvia. Jugar es quedarse de pronto sin presente, sin futuro, sin fe, sin osadía. Jugar es crepitar en enigmas tenebrosos pregunta que pregunta por el hombre; es querer partir al infinito de cara hacia el misterio para siempre. Jugar es saber del hospedaje del silencio mientras la muerte nos espera un rato; es saber del viento y su camino largo, del sol y su trajín sagrado, del niño y su cocuyo insomne, del mar y de sus islas claras. Jugar es ir de contragolpe hacia la muerte cantando entre los pinos asombrados. Jugar es comprobar que la alegría existe todavía, auténtico gol, tal como la tristeza no otra cosa que autogol.
Jugar es defendernos de la infinita goleada de la muerte, la más eterna de todas las goleadas, desde esta inmortalidad que somos a sabiendas de que el jaque final estará siempre en otras manos. Jugar es encontrarse con la muerte, fijarle a los sueños su pisada, andar de tempestad en tempestad, ser. Jugar es dejar pasar la noche por encima de nosotros. Jugar es inventar ratos, penas, alegrías y tardanzas. Jugar es oír el clamor, el griterío, al hambre en su galope. Jugar es sentir el sollozo del alma de la piedra. Jugar es medir la larga soledad de los caminos. Jugar es alcanzarle el vuelo a la alborada. Jugar es dar nuestra vida por un arma en paz. Jugar es desenterrar el mal y sus secuaces. Jugar es desentrañar los secretos al asombro.
Jugar es grabar el sueño entre los árboles. Jugar es detenerse a la orilla de una lágrima. Jugar es correr el peligro de la vida. Jugar es saber del diapasón del pobre. Jugar es abrir el atajo que nos lleve al hombre. Jugar es llegar vivos a la muerte. Jugar es llevar a peso la palabra. Jugar es mantener abierta la esperanza. Jugar es limpiar al poder cuando corrompa. Jugar es sentarse en el lugar del hambre. Jugar es dar con la antigua trocha de la paz. Jugar es dar con la definitiva claridad del hombre. Jugar es esconderle los dados a los dioses. Jugar es convencerse del viaje sin regreso, del viaje hacia la sombra. Jugar es echar un vistazo al mundo, quedarse en medio de la tierra, ponerle trampas a la muerte.
SIÉNTEME
rézame mujer embrújame
tómame levántame madrúgame
achíname canélame entrebáilame
tenme el tiempo que te tengo
envuélveme en tu pubis
aprisónenme tus muslos tus caderas
sudorosa elígeme temprano
encandílenme tus manos
llévame amor contigo por tu cielo
de tibia luz y claridad callada
llévame a una esquina diferente
a algún jardín desierto
a algún bosque valle sementera
recorránme tus yemas
ábrete de par en par
recíbeme yegua presurosa
¡no me falles!
las olas serán testigo
de nuestra loca sed de fieros locos
busca mi cuerpo que te anhela
átame persígueme arrópame suspírame
ladérame agítame nicotíname
acósame dientéame resucítame
circúlame madérame esperánzame
acúname en tu vientre
siénteme encima de tus sienes
libre galopando azulando hembreándote
ECLIPSE
cascada palomica labio anillo
ardiente beso coma nube sombra
centella al descubierto en diapasón
fumarola noctívaga laguna
temores sonrojados luminosos
luceros catatumbos de reojo
embrujadora mariquita en celo
ojo ojal ceja ceño camuflaje
vela velón gusano de luz pez
pluma de garza claraboya cirio
rebanada de lumbre portentosa
en un creciente orgasmo sosegado
celeste hechizo en encendida lumbre
ying yang el solideo sideral
aullidos de luciérnagas en selva
silente faz se va se esfuma acaba
esencia potestad del infinito
designio cósmico diluvio en paz
senderuelo fogata amanecer
al borde de la noche más gozosa
arroyo en sueño en soledad altiva
nostalgia perdurable del quetzal
torrente cantinela risa leve
envés a ras de ojo orilla ciega
lúdica preñez reino del enigma
afirmación misterio en lejanía
piedra preciosa verde tornasol
mujer desnuda en labios ancestrales
penacho en ademán de canto y gloria
amorosa refriega fuego en flor
silencioso deleite a toda llama
ocultamiento noche en desnudez
hechizo sombra luz revelación
deslumbrante aventura vueloamor
ramo rama ramal y ramalazo
gajos de sol ventana sumergida
antorcha lagartija tenue sombra
torbellino silvestre huracandad
forma de un delirar de mi desvelo
tras la dulce caricia de lo incógnito
pezón en la noche de los tiempos
desafiando la orgía de los hombres
Lenta alucinación de estrellas rotas
planicie en llamas jubiloso asombro
jungla de sueños jaspes arrojados
cóndores en parejas blanquecinas
agua ajada cascadas jadeantes
sed de mitos en sombras de alborada
mística sorprendente hipnótica única
nave estrellada soledosa mágica
selénica arenisca del desierto
paraje azul retamas y algarrobos
tótem tensado en fuego arrasador
ocre perenne enloquecido abrazo
alzado cabizbajo valle erguido
en la antigua quebrada de la noche
merey de luna luna de merey
con la nostalgia vuelta hacia la infancia
Frida
Acabo de encontrarme con las raíces de Frida con sus senos en flor con sus raídas vestiduras con sus arenas sudorosas con su cabellera en sueño con su vulva sus olas sus enojos Cómo me hubiese gustado vivir junto a ella para tomarle —hundido en su entrepierna— una foto con una cámara Laika durante alguna de sus batallas sus discursos sus orgasmos sus jadeos sus cejas sus ojos La tarde en vena permite saber de la espesura del cuerpo furente de la Frida la que ha hecho mover nuestros horcones El Sol la Tierra asisten con nosotros a la vespertina misa vegetal donde guinda la lluvia sus morrales Frida basta para que el hombre desnudamente se masturbe exista cante ría sea
Inmensidad
(A Mery Sananes)
Es la arena enredada entre las olas, el mar que se desborda sobre el risco, feliz morada del soñar antiguo sobre el azul espejo de las aguas. Es la mirada de la noche en vela, el paso de los duendes sobre el mar, el relente susurro de los árboles, la sal, la espuma, el sol, las madrugadas. El minuto del hombre que revisa el milagro impetuoso del ocaso encendiendo de amor las barcarolas. Inmenso el hombre sobre el mar erguido, inmenso el sueño azul del agua en sueño, inmenso el canto con que el mar nos mira.
RÉZAME
rézame
embrújame
céntrame
tómame
levántame
madrúgame
canélame
entrebáilame
tenme
entiémpame
entrepiérname
envuélveme
pubísame
aprisióname
elígeme
tempráname
encandílame
claréame
llévame
llámame
cállame
diferénciame
recórreme
distíngueme
enyémame
enjuévame
ábreme
recíbeme
átame
desátame
persígueme
arrópame
suspírame
ladérame
agítame
nicotíname
acósame
dientéame
resucítame
circúlame
madérame
esperánzame
acúname
vientréame
siénteme
encímame
enséñame
ensiéname
líbrame
galópame
azúlame
hembréame
hermáname
mañáname
espíname
acéchame
hamácame
amárrame
amásame
ensélvame
enrédame
abrílame
lámeme
alméame
enciéndeme
saetéame
estoquéame
insómniame
enllúviame
alégrame
enborráscame
ventáname
enhójame
deshójame
enrámame
ármame
desálmame
amórame
achíname
enchínchame
enlúname
endiósame
resábiame
aguitárrame
astíllame
ampárame
enrúmbame
embálame
enrámame
recórreme
empálmame
enmúgrame
encuéntrame
enlúchame
encúbreme
estréllame
asómbrame
desgárrame
enguérrame
siénteme
arrodíllame
sujétame
corcélame
cabálgame
revélame
aquiétame
afírmame
enceguéceme
marinéame
rásgame
arrincóname
enzaguáname
aléjame
azuléjame
azafráname
luciernágame
castáñame
coróname
corazóname
espárceme
arbólame
puéblame
algazárame
avelláname
alborózame
conténtame
camíname
gózame
estrújame
ultrájame
bullaranguéame
desgárrame
esperánzame
golpéame
lácerame
quémame
arómame
guerréame
fréname
desenfréname
acentúame
extenúame
persígname
apresúrame
jardinéame
solápame
endiósame
endiáblame
cascájame
despiértame
encántame
hechízame
solicítame
necesítame
neblíname
échame
deséchame
entiérrame
destiérrame
desentiérrame
HACIENDO EL AMOR CON DIOS
En Ávila, ciudad de alta alcurnia española,
vivió hace cuatrocientos años
una mujer que conoció a Dios.
Si acaso algún día, tú, caminante,
te hallaras en la vieja Roma
y quisieras verla enamorada de Él,
pasa por la iglesia de Santa Maria de la Victoria
pregunta por Teresa de Jesús
y la encontrarás, gracias a Bernini,
haciendo el amor con Dios.
más allá
más allá del propósito y la queja
más allá de la lluvia desvestida
más allá de los sueños terrenales
más allá de los lunes soñolientos
más allá de la luz de tu cintura
más allá de tus manos y las mías
más allá de la sombra y de la noche
más allá de los años de la brisa
más allá del camino y del mendigo
más allá de las luchas y sus cantos
más allá de los solos y cobardes
más allá de las puertas de los ciegos
más allá de tu lumbre y de la mía
más allá del metal y del combate
más allá de la cólera enemiga
más allá de la arcilla y los jazmines
más allá de la espina el viento el monte
más allá de la tierra que me aguarda
alada la neblina te recuerda
MARIELENA
Marielena es una india
con un lunar más grande que la luna
Marielena es luna llena
A Marielena la descubrí a media noche en la espesura
con estos ojos que no eran míos
Marielena es una yegua
descalza entre la espuma
Tiene palmas tiene lunas
Me recuerda el nombre de la noche
de la copa
de los vinos
de la América
Marielena se levanta a la hora de los vientos
en medio de mis ojos
Marielena se agiganta
se recuesta
se acurruca cada noche en los rastrojos
de mi alma
Marielena puede ser la noche
puede ser la muerte
puede ser la calle
puede ser el sueño
puede ser la estrella
Marielena no tiene ausencia
no tiene casa
no tiene nada
no tiene raza
En este instante huele a Marielena
Marielena el universo
iluminado de estrellas
Marielena casi yo
y yo casi Marielena
Marielena mi garganta
mi ronquera
lo que ha sido
lo que era
Marielena casi gruta
casi era
todo y nada
dulce entrega
Marielena fuiste mía
fuiste bella
fuiste pura
fuiste estrella
Marielena en esta grada
siempre sube
siempre baja
siempre sabe
siempre nada
Marielena Marielena
cada noche cada cuadra
cada pena cada nada
cada rato cada plaza
¿Marielena? ¿Marielena?
¿Marielena, dónde estabas?
¿Marielena, tu cobija?
¿Marielena tu mirada?
Marielena amor ardiente
siempreviva
margarita
madrugada
Marielena silla y cuero
pasto y barro
la que escucha
lo que canto
Marielena es una máscara
una estrella
casi todo
todo ella
una adivinanza
Marielena solitaria
casi llena
casi nada
todo huella
Marielena este vaso
esta plaza
cuesta arriba
nunca baja
Marielena es este bote
rema y rema
aquí en mi alma
aquí en ensueño
Marielena una cualquiera
Marielena capitana
de este sueño y este barco
de hojalata
Marielena chubasco
lluvia seca
sol mojado
primavera
Marielena crudo invierno
dura espera
allá a lo lejos
aquí en la vera
Marielena es este César
este Pablo
este pasto
esta estera
Marielena es esta angustia
esta arena
este trago
esta pena
Marielena es esta tarde
Esta tarde es Marielena
Esta tarde es esta tarde
Marielena es Marielena
Marielena es lo que quiero
Lo que quieras es Marielena
Marielena es un pedazo
Marielena es Marielena
Marielena es lo que grita
Marielena polvo y agua
Marielena la que ensancha
el cielo de su enagua
Marielena es una india
una luna
una niña
simple espuma
Marielena es un descubrimiento
una mina
un invento
una puta
digo
una diosa vagabunda
Marielena está durmiendo
está soñando
está creando
Marielena está marielenando
Marielena es tuya mía nuestra
Marielena tarde y siempre
Marielena está distinta
Y sigue siendo nuestra
Marielena está aquí
donde el río inunda su nombre
Donde Marielena está estamos todos juntos
Marielena no está aquí donde estuvo
donde no supe conocerla
Marielena está donde la espera la acompaña
y yo con ella
¡Es decir Marielena está conmigo!
¡Marielena está contigo!
¡Mi alma toda está con Marielena!
LA MANO
Salve, mano, alfarera de mis versos,
por quien recobran mis sonetos vida
en el cuarto anular de la partida
y en el sexto pulgar de sus reversos.
Salve, meñique, y sus acentos tersos
y tú esdrújulo índice en salida,
donde cabalga siempre en embestida
la furia de mis ritmos circunversos.
Mis dedos, mis cordiales camaradas,
silenciosos orfebres de mis rimas,
se saben de memoria mi universo.
Tal vez cuando se escuchen las palmadas
con que llame la muerte allá en sus simas
esté mi mano componiendo un verso.
PENUMBRA
De un tiempo acá las noches no son mías,
las aspas del insomnio se han varado,
porque un lúgubre viento huracanado
me dejó solamente con mis días.
De tarde en tarde van mis rebeldías
tras el antiguo puño alucinado,
donde siempre sus furias han anclado,
y en alto empuñan nuevas acedías.
Del brazo del amor que la convida ,
por calzadas de gritos en penumbra,
huérfana de la noche va mi vida
tras un amanecer que al fin alumbra
un día con la noche esclarecida
de azul mañana que la fe vislumbra.
HICIMOS LA MOCHILA
y nos volvimos vagabundos
Apoyamos las palabras sobre la sangre
Cargamos los dados en la apuesta
Arrestamos al viento al sol las mariposas
Supimos del alma del silencio
de la piedra que alguna vez fue estrella
del sagrado terror de la locura
Fuimos un retrato del alma de la tierra
Dejamos pasar la noche por encima de nosotros
mientras las islas no se cansaban de bañarse
Nos hicimos a la lluvia
Matamos la tristumbre
Rompimos alfileres paraguas y repisas
Inventamos ratos penas alegrías y tardanzas
Echamos un vistazo al mundo
Nos provocó quedarnos solos en la tierra
Faltó ponerle trampas a la muerte
REGRESO
Hoy entreabrí la puerta de la infancia
con la nostalgia vuelta hacia la cuna
y no encontré ni un rastro de la luna
que ayer nomás iluminó mi estancia.
Hoy me inundó la mar de la distancia
al evocar mi vegetal laguna
y en la vieja resaca una por una
fue anclando sus pisadas mi inconstancia.
Hoy me perdí en las ruinas de mi ayer
en busca de un alero, de un cimiento,
de un mango, un cafetal o mi nacer
y al verme en los umbrales de mi aliento
honda desolación cruzó mi ser:
oí que sollozaba mi lamento.
UMBRAL
Empieza por abrir la soledad
Convéncete del viaje hacia la sombra
Anda de tempestad en tempestad
Adopta la locura de los pájaros
Que vuelvan los caminos a encontrarse
Que haya un tiempo de lluvia floreciente
Nada importe que el viento nos arrastre
Nada exista por dentro de la muerte
Vayamos al misterio como el río
Fijemos a los sueños su mirada
A lomo de coraje y de esperanza
En el canto de todos todo es sueño
Todo es muerte en la vida de los hombres
Todo termina al comenzar la sombra
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