martes

LUIS DANIEL PULIDO AGUILAR

LA BALADA DEL CABALLERO DE LA NOCHE

Algo hay de cierto cuando digo te amo,
ya que no padezco de fenómenos generacionales:
Ni hippie ni tecnócrata ni revolucionario,
siempre –rayo fulminante– conservo en mis puños
el hematoma y la giba contra la falsa libertad
del pensamiento de protesta

No creo en la voluntad romántica del socialismo,
tampoco en la obvia travesía de los capitales,
aunque prefiero Cancún o Los Cabos,
ese título particular que dan las mujeres bellas

No quiero desmitificar la Conquista,
quedarme atrapado –contigo o sin ti–
en esa porción de ingenuo chantaje;
quiero romper a patadas o golpes
los agravios que dan fisonomía
a la historia que nos cuentan:
hacer perceptible, en cada orgasmo,
la sangre que como una nube de nervios
desciende por mi pecho

No puedo decir te amo sin dar, mínimo,
veinticinco panes amargos a los perros del alma;
no puedo desaparecer la sed que tengo con poemas
de agua dulce, mucho menos con el zumbido del río
a punto de desbordarse

Quiero la crueldad del niño que no tiene interés
por la vida, su falta de precaución, sus ojos aislados
del mar, lo que recorta y resguarda bajo una caja
de crayolas y no muestra a nadie por el riesgo
de convertirlos en aviones que caen




EL REGRESO DEL HALCÓN MILENARIO

He platicado –en La Puerta Abierta– que te conozco
de hace un buen tiempo, que me di un gatillazo de cocaína
en el pecho y que entre porqués y maldiciones nunca
quise hacerlo

A veces mi temperamento sugiere la lectura intensiva
de un bonito recuerdo, la posibilidad de escribir
sobre el amor en las formas más sencillas,
que voluntariamente o involuntariamente
nunca diga esto ocurrió en mil novecientos
y tantos hasta este preciso instante que leo
a Proust, Waugh, los lumínicos de Victoria’s Secret

No creo en la paz como medida de agua mineral
o porción de tierra, creo en los grandes barcos
anclados de los apagones, en los bombarderos
de sedantes, en el vaho que arroja cosas al vacío

Hoy –dicen– me parezco al niño que fui:
He vuelto a perderme, a cortar el pan
en cuatro partes, a preguntar a qué horas
saldremos a la caza de las criaturas interplanetarias
que ponen en riesgo la señal por cable,
el proyecto “George Lucas para la Universidad
de Vermont”

Ojalá –pido– vuelvan las tienditas de las esquinas,
he inventemos palabras como azturtertirpurgruppen
y resoplemos el fondo vacío de los Boings de mango
y este país sea otro: sol ártico, isla del tesoro,
el Halcón Milenario



VANCOUVER

Hay días que me siento triste.
Triste como el jugador de hockey
que tras la derrota no crea fuentes
de empleos, ni aporta evidencias
científicas que contribuyan a la libertad
más extrema: a bombardear –sin remordimiento–
Vancouver o Godzillas

Triste, con el corazón en un referéndum
por el gol invalidado: en el reflejo del sol
en los espejos, en la expansión del universo,
en los músculos amoratados de lo táctico

Hay días que me siento triste,
como el documento de 120 páginas
que dictamina nuestro arresto,
la descripción detallada de los golpes
que nos llevan al piso para volvernos
profetas, el hilo y la aguja de las puertas
giratorias, la carne lacerada de la historia



CARTAGENA

Sé que para ti soy un extraño, no alumbro el oscuro noroeste
de editoriales organizadas, no hablo como tú, no entiendo
el origen del por qué hay habitaciones cerradas donde
hasta el diablo debería estar jugando a robarte un beso
a manera de algoritmos matemáticos

No tengo amores en el mundo del cine de culto,
no sé de robos espectaculares en Tila, de su industria
cinematográfica ni de sus volcanes profundos;
de las nubes de neblina acribilladas por el frío
del oleaje del mar de Cartagena

No somos ni amigos, cómplices de lámparas que se apagan,
no compartimos el pan ni el arroz, no sé dónde enterraste
tu ombligo ni tú de mis crímenes por cada pájaro que alza
el vuelo en esta patria sin fines de semana

Soy un extraño y no lo soy sólo para ti; mi madre me dice
que me acerque a ella y no sabe mi nombre,
y sé que es hora de desplegar mi banderita
de Iron Maiden en balcones en ruinas que albergan
hasta cuatrocientos niños tristes



BALADA PARA LUPITA CALVO

Apareciste en mi vida y no fue en el tráfico
de las nueve de la mañana, en el jardín de niños
de la vuelta de la casa; como parte de un pacto
con los consejeros de paz, en la cafetera del autoservicio,
en la tienda de mascotas que todo niño lleva por dentro

Mucho tuvieron que ver los policías con uniformes
de sulfuro y azufre de la literatura; los perros que olfatean
la emoción, las suelas de los zapatos, la punta del bastón
para firmar antologías y renacer una y otra vez en ellas

Una pena pues la inmortalidad en esos casos
dura un par de días, a pesar de adiestrar listas
de “éxitos” como todo radioaficionado que espera
ronroneen los gatitos oscuros del ánimo

Confieso: No creo en el amor si no hay pizza
de por medio, queso helado, eructos discretos,
servilletas que quiten con suavidad los restos
de mantequilla de tus labios

Y creo –como el quarterback que gana el Superbowl–
en los tiempos libres

Después de todo no existe poesía sin un hombre
de manos fuertes





HALLELUJAH PARA LA EMBARAZADA ADOLESCENTE

Nunca me exigiste un trato amable,
atención las veinticuatro horas del día,
resolver la velocidad con la que lees los libros
y no logras la sacralización de la carne,
cosa que prometo y cumplo sin volverme
específico

Nunca dijiste este hijo es mío,
esta boca tuya, mi adolescencia
la alcoba donde escucho
a System of a Down


Hablaste por teléfono aclarándome
que no quieres una historia,
que ambos cedimos a la noche
y punto; sin reclamos ni demandas
ni la dimisión de tus padres
a los libros que leímos y son tuyos
y, mea culpa, se volvieron cosas del diablo

Nunca me exigiste amor ni piedad
ni correspondencia, una mirada
amorosa a los papalotes de tu ultrasonido

Dijiste sólo quiero hablar y te escuché
y supe, entonces, que tu panza crece
y dedicas días a verte en el espejo
y no dejas de escuchar a The Fall
en los audífonos

De pedirme, que por última vez,
imite la voz de Leonard Cohen





¿Y SI ELLA NADARA CONMIGO?

En el amor se tiene siempre esa sensación inestable
de cuando se camina sobre la línea borrosa de un viejo
cuaderno lleno de notas, seguro de que los resultados
no se tratan de un original griego, una calca natural
de la bondad, el misterio de las estampas orientales,
la piedra donde florece el girasol y el iceberg

Es golpear una botella de agua contra la mesa
y salpicar el tomillo y el ajo

Es mudarse el traje dependiendo de a dónde te inviten,
si tienes que hablar del renacimiento español o barcos piratas,
de Tom Petty y los Heartbreakers; sitiar a la reina, darle el avión
al alfil y llevar a tu mujer a Selvogur sin amarrarnos las agujetas

Que en caso de una mancha en su vestido –y esto no es falta de seriedad–
encender las luces de una autopista, esperar a que el mar salga de las paredes
y nadar hasta la hipotermia





TLAXCOAPAN, AYER POR LA NOCHE

Es un hecho que pienso en ti;
por momentos, en el día, hago
contratos grandes de amor contigo
y somos protagonistas de una comedia
romántica de los años cincuenta
(a nosotros qué nos importa el 3D,
el espionaje, que nos pasen en la
matinée de los sábados)

En las tardes voy a mi cita con el médico
y le platico de nuestras ganancias en taquilla,
de que nos pillaron en las afueras de un motel
y saldremos publicados mañana en el Variety
porque ambos somos grandes actores,
además de tomar café juntos y ser amantes,
que nos enamoramos por primera vez
en el cruce peatonal de una ciudad con balcón,
octavo piso y cafetera

En las noches, y quizá porque el transporte
es caro, tardado y poco confiable,
nos ponemos tristes como una pareja sin hijos,
como el reverso de los discos de Portishead:
glaciares de un bosque andino o canadiense,
una cajetilla abierta de Camel,
pins que diseñaste y donde dices que el amor
si dura, dura el día entero

Por eso tomo el teléfono,
leo tu mensaje y marco y te confirmo
que las cosas siguen en su sitio,
donde las dejaste y donde empezamos
de nuevo





LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS (AL CINE CON LIZ GALLARDO)

Quiero decirte que eres bellísima,
que por ello hay diecisiete pingüinos
en la Antártida salvados de ser envenenados
y los glaciares –con sus sílabas de aceite blanco–,
te entregan sin sangre el agua del oleaje:
coro de dragones, espejo que se rompe,
sonido de peces que muerden el légamo
de los puertos abandonados, sol que todo
joven marinero busca en tus piernas,
beso que cubre de brisa las raíces
de los árboles, amores que en su pasión
detallan el sabor de las nueces en aljibes
de celofán que rompen los sabuesos de ginebra
un domingo por la tarde





OSAKA CERCA DEL CIELO

No, Daniela, no eres la musa,
acaso el blanco móvil al que disparo,
el rostro bonito con su propia sucursal de mails,
el postre –flan con caramelo ¿te parece?– en los comerciales,
las ganas de verte en la tele y sentir cómo se desliza hacia mí
el relámpago silencioso de lo que fue tu grito en Osaka
y envuelve la noche

Eres la mermelada en los dedos,
el take me down to the paradise city
where the grass is green an the girls are pretty

Eres el pentagrama en el Sagrado Corazón de Jesús

Mi familia cuando estoy triste y apago las luces
y todo adquiere la magia de las historias discretas





FELIZ AÑO NUEVO, MISS CANADÁ
        
He dejado de llenar formas,
he tachado algunas partes de este libro
que leo y administra la construcción
de nuevas fuentes para declararte
la guerra

Ya sé: Se termina el año y compartimos,
en pérdidas y ganancias, cifras muy parecidas;
pero ambos sabemos que firmar la paz
no garantiza la fiesta y por eso disparamos
primero

Quisiera, y eso lo sabes tú más que nadie,
escribir residencias de hombres valientes
que se vuelvan locos por tus nalgas
–roqueros, no patriotas, no caudillos–
que rompan huesos y bailen como buenos
samaritanos entre mujeres desnudas
de una tribu africana

Que la razón no sea salomónica,
polvo de sus propios lodos;
que una noche baste para desmentirnos
y hacernos trizas, y por supuesto,
sin dejar escuelas o tendencias

Por eso lo único que pido a Dios es que te desnudes
en mis manos como aquélla noche en el Grand Théatre de Ginebra;
que el tiempo y sus ciento cincuenta metros de marcha no se lamenten
de volvernos contemporáneos

Es fin de año y toda mi esperanza está en tu boca,
jamás en la palabra de otro





SIN ISLAS PARA DESCANSAR

Que otros paguen el daño que hice,
que sea un oso de felpa,
que un niño inquieto me arranque las orejas,
que abrace balones de futbol americano.

Dormir y no llamarme Luis Daniel Pulido,
de verdad ser Tom Brady o Lio Messi
o Clint Eastwood; no temerle a Diamanda Galas,
la humedad que roe los laberintos.

Dormir, ya no levantarme,
que en mis sueños el doctor me autorice
manejar un Volkswagen, que he dejado los lentes,
que no tengo muerto mi ojo izquierdo.

O ir en un barquito sin timón ni destino,
y que Gina me grite: rema, rema, rema.

Que la tristeza es como el agua del río
entre las piedras.

Dormir, y ya no levantarme, y si se puede:
Ya no ser gordito.




POEMA BAJO LA LLUVIA CON BANDERA A MEDIA ASTA

Lo sabes, Tania, que no creo en el arte y sus términos
de calificación según el autor, según la crítica

Creo en lo que provoca sonrisas, postales, sorpresas

Y que si la poesía y los nuevos talentos y el gran espíritu
por el verso, la carne, el bostezo

No se pueden evitar

Como está el país –olvidemos la poética y sus mecanismos–
urge asumir papeles decisivos:

Marchar, disparar, tomar las calles

Tania: este es mi pecho y va por delante



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