jueves

Javier Aduriz

Entre tus piernas la rabia de vivir
vale la pena



***
Si estas líneas contuvieran algo,
algo al menos del fervor de tu voz,
del brillo inolvidable de tus ojos,
seríamos bien distintos: yo,
un artífice o mago,
ellas, la perfección
pudorosa de un retrato.
Pero no hay nada. Como palabras
absolutamente vacías,
todo reitera una música ausente.


***

Más allá del amor no hay nada, sólo
penumbra de fugacidad, disperso
tiempo que se diluye en tiempo, nadie
sino miseria de nosotros mismos.
Más allá del amor ya todo, formas:
lenta memoria apenas de unos cuerpos,
una fantástica melancolía,
formas de todo lo que fue y ha sido
amante.

***

Ahora te veo. Estás ahí en el cuarto atareada en tus cosas de amor. Te rodean ángeles y algunos demonios. Conque rías nomás, la historia cambia para siempre. Todavía dura un café conversado a la vuelta de la Plaza las Heras. Estás bellísima con tu cartera vieja y esa pasión que te cocina los ojos. Después y casi de inmediato sos los hijos, cada día, cada hora, la vida entera. Levantás la mano y nos despedimos un instante. A continuación llego y es una música fina tu habla. De perderse, como señalaba un amigo. El ciclo de las estaciones. El frío y el calor. La montaña y el río. La sostenida ternura.

***

Solos, vertiginosa condición
de solos, salida cerrada
que no se comprende, que no consigo
mudo, a redobles de sangre,
comprender.
El deseo, el amor
que hubiste por las cosas, humo
disolvente de todo el pasado,
de todo este hoy
que ya fue y que será
y que ahora es aire.
Porque quién puede, quién acierta
acaso
a descifrar la vida,
este cuerpo de imágenes
que a diario mueren
desde tus ojos,
al hombre detenido
y su cigarro acabándose,
tanta pasmosa sucesión
de carne y espíritu
en su decadencia.
Ahora estás cerca, hermano,
y todo pasa
o queda; uno tras otro
quedan, por buscarse,
hombres y días
abrazados a su ceniza eterna:
como vos, como yo, precisamente
solos de conciencia.



***


Elogio de nosotros mismos
Nosotros, los que mentimos a diario,
los que encarnamos el difícil arte
de la locuacidad vacía,
nosotros, los embaucadores
de sordos,
temblones mediocres del infinito
abismo, los artistas consumados
de la transmutación y la astucia,
raza de enanos
irredentos, de perdularios
a domicilio, nosotros,
los sabios, los mezquinos, paralíticos
de la alegría, los entusiastas
del odio, los magníficos,
los elegidos desde siempre
para juzgar y condenarnos.
Deliciosa inteligencia
***

Tu dolor es sagrado.
En tu dolor está el conocimiento,
sabiduría que encarna al hombre.
Camino que no tiene fin,
él es el inescrutable; y ceguera
pretender evitarlo, no reconocerlo
en los pliegues de tu cara.
Empezar a ser hombre,
la conciencia del límite, la conciencia
del límite, la conciencia del límite,
la conciencia del límite,
la conciencia...





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