EN TU NOMBRE.
Cuando más ruido hacía el agua
gritaba tu glorioso nombre
―pero no venías―
Abatida caí al suelo
y lo rayaba al agua
con gotas de mi crúor,
no me importaba morir
en aquel segundo pasajero.
Llovía ―sí―
mas no me preocupaba
tan divino riego,
fue mi último deseo
gritar tu nombre.
ES TODO LO QUE QUEDA.
Recuerdos que son recuerdos,
miradas que se buscaron
besos que compartidos fueron
¡ es todo lo que queda !
Un verano tórrido
una caricia ardiente
unas notas rotas
¡ es todo lo que queda !
Aún te pienso
cuando fuimos amados,
en mis sueños desabridos
¡ es todo lo que queda !
Cuerpos indiferentes para amarse,
distintos en comprenderse,
pero abrazados en una luna
¡ es lo que queda !
DICIEMBRE
Dejadme contemplarla:
sus pies cubiertos de jazmín,
sus senos juveniles
su cuerpo rosado y puro.
Dejadme que la abrace
y cuando haya terminado
cubridla con el velo del adiós
EN EL BROCAL.
De las tejas
corría el agua al jazmín,
el balde y la roldana,
brillaban con la luna.
Cada gota rompía
la magia plateada
del interior.
Apoyado en el brocal
rasgaron mi camisa
y yo su rojo vestido.
La tormenta comenzaba,
sin truenos ni rencor.
Cuando más ruido hacía el agua
gritaba tu glorioso nombre
―pero no venías―
Abatida caí al suelo
y lo rayaba al agua
con gotas de mi crúor,
no me importaba morir
en aquel segundo pasajero.
Llovía ―sí―
mas no me preocupaba
tan divino riego,
fue mi último deseo
gritar tu nombre.
ES TODO LO QUE QUEDA.
Recuerdos que son recuerdos,
miradas que se buscaron
besos que compartidos fueron
¡ es todo lo que queda !
Un verano tórrido
una caricia ardiente
unas notas rotas
¡ es todo lo que queda !
Aún te pienso
cuando fuimos amados,
en mis sueños desabridos
¡ es todo lo que queda !
Cuerpos indiferentes para amarse,
distintos en comprenderse,
pero abrazados en una luna
¡ es lo que queda !
DICIEMBRE
Dejadme contemplarla:
sus pies cubiertos de jazmín,
sus senos juveniles
su cuerpo rosado y puro.
Dejadme que la abrace
y cuando haya terminado
cubridla con el velo del adiós
EN EL BROCAL.
De las tejas
corría el agua al jazmín,
el balde y la roldana,
brillaban con la luna.
Cada gota rompía
la magia plateada
del interior.
Apoyado en el brocal
rasgaron mi camisa
y yo su rojo vestido.
La tormenta comenzaba,
sin truenos ni rencor.