domingo

ANDRÉ CRUCHAGA



Rayo y piedra

1
Vida intensa la rosa en su estadio efimero.
El cuerpo que muerde el grito en la boca.
Los días seculares. Los cuerpos cansados, sin reír;
La casa estrecha. Sin sombras y sin alma:
Habitaciones sin muebles donde la aurora
Es casi hoyo y la luz una bóveda.
Después de todo el silencio abre sus piedras:
Ansia de relampagueantes fantasmas:
Sed profunda en la osamenta de los puños.
Sed de mar para ahogar las edades,
Sed de mar para hundir la carne, los ojos,
La tierra misma donde el tiempo palidece
Y los lobos muerden las campanas del cierzo,
Y las espinas arraigan nutridamente el rostro.

Vida abatida y mutilada. Vida sin más.

La huella de los féretros: espuma honda.
La ola vuelve y se va; su filo queda.
Habla el eco y gira su brújula. Habla y gira.

La rosa muere lo que dura un pájaro encendido
En el resplandor verde de la hojarasca,
Cuando besa la angosta vena de los pinos,
Cuando el delirio arde en la crepitante leña de las ventanas.


2
…fuertes vientos sobre todas las caras de este mundo
Sain-John Perse


Las ciudades y el mundo son más oscuros ahora.
Sólo hay que ver las lágrimas que ruedan o se deslizan
Sobre las hojas de los periódicos.
La vida pierde sus palabras cuando se escapa de las manos
De la noche, cuando uno se pregunta quién dirige
Tanta brutalidad, cuando huele a panfletos
Y las sombras invocan antípodas envejecidas.
¿Qué rincón nos dejará reposar en su follaje?
Todo está hecho de huesos y hogueras calcinadas:
Las piedras de la luna caen en la cara,
Y ya no habrá pájaros que atisben, ni ramas
Con trinos, ni días humeando de lluvia.
Fuertes vientos llenan la cara con tizne:
Está oscura la conciencia, las paredes cortan las palabras;
En el espejo se dibujan memorias vacías y alcantarillas,
Fogonazos de tierra herida en los ojos,
Bocas y recuerdos nutriéndose del horror:
Piedras cayendo sobre la oquedad del alma.

Oscuro vértigo donde los labios parecen absurdos
Y los zapatos se pierden en la apatía de este tiempo.


3
La espuma de los ladridos crece en las campanas.
Este mundo, abierto a los alquimistas,
Tiende algas saladas sobre los párpados;
Hunde en desvelos, desviste el oleaje
Hasta dejar en par en par el nido del estanque.
Allí el tiempo hace gestos grises, mientras
La cuaresma, en silencio, bebe salmos morados.
A su paso, los pájaros visten espléndidas mortajas
Y trenzan el reloj con sus plumas.
Antiguos ritos sobrevuelan la memoria con escapularios;
Las leyendas se diluyen en los mingitorios,
La madera del mar sueña en ser navío.
Y yo golpe: viento al otro lado de mí agolpándose en el viento.
Así, la historia teje mejor los sueños, supongo;
Y abre las manos almidonadas con la trementina.
Así, la aventura del sueño en los párpados se torna vivaz,
Y adentro, en la ruta u horizonte del alma,
Los labios van abriendo bocas en la sangre
Como una tenaz disputa de la lluvia con la tierra.


4
Viajamos sobre trenes de colmenas desvencijadas.
Viajamos entre la cerradura de la noche,
Viajamos en los caballos salados del horóscopo;
Trazamos mapas donde se cultivan huesos;
Construimos miedos para que las nubes nos orienten;
Cabalgamos en insectos sin que los sueños quepan en sus bocas;
Golpeamos la risa y el dolor se nos aglomera:
Se nos caen los párpados y el caballo de las imágenes,
Se nos quiebra el espejo y los labios se rompen,
Se nos hacen escombros los potros de la carne:
La sed huele a helechos, a césped ciego.
Abrimos, allí, cangrejos y los arrojamos a la arena muerta.
Nada queda después, sino insomnio de cometas:
Piedras muertas en los párpados
Para los que vienen retumbando en la tierra,
Para los que vivimos y sólo encontramos muertos
Y caudales de cieno sobre los relojes del hechizo.

Más allá de los rieles del agua y los techos anidando tabancos,
Nos queda ese viejo pozo de la fábula donde abrevan los sueños;
Nos quedan los ciegos desparramando sus humedecidas pupilas:
Nos queda, en fin, el cielo bordando los madrecacaos
Y la cuajatinta brotando como la sal en los muelles…


5
Se agolpa la noche cuando cae en los senderos
Y uno abre las puertas del cautiverio.
Hemos caminado largas calles de párpados
Y ritos más pesados que el asombro:
Ríos fangosos donde no penetra la voz,
Ni los náufragos se hunden plenamente en su fuego.
Vimos enormes ataúdes partidos por el rayo
Y noches donde Dios no miró nuestros sueños.
Soltamos el silencio ebrio de peces y, por fortuna,
El agua lavó el arco iris y vació la espuma de la marea.
Nunca salimos. Allí estuvimos en la medianoche del grito;
Atrás el labio ciego y el atrio herrumbroso.
Sobre nosotros, las piedras guardaban lugares muertos:
Ojos de porcelana, párpados de pluma en jarros,
Jade eterno en la lluvia, manteles de enredaderas
Y sal en el espejismo boscoso de la luz.
Cuando vimos nuestros rostros en los ojos del oráculo,
Los cabellos trenzaban la espuma de las olas
Y los cirios atravesaban gaviotas ávidas
Sobre el remanso agorero de las palabras.

Allí buscamos el hambre y la claridad.

Allí hallamos la obsidiana: lenta luna verde de los armarios.




Eco de Louis Armstrong

El viento repite historias al oído:
Puertas, relojes, sombras insomnes;
Todo arde en tardes de tafetán
Y en lenguas de fuego sobre vigas crepitantes.
La memoria se extiende en sus resquicios:
Una sola nota de Louis Armstrong
Me delata como una bocanada de calcinante sigilo.
¿Qué hay en el horizonte de la nostalgia,
oscura amalgama de metales?
Cuesta abajo un país de difuntos, convocado por cuerpos raídos.
Breve ha sido la transición a la Esperanza:
Una hoz de lenguas sirve de mortaja
Para cubrir el fardo de hormigas sobre la boca.

14/10/2004




Esbozo del recuerdo

Soy fiel a la iguana del trópico,
A la noche y a las rendijas de las puertas;
Soy fiel al memorable oleaje de la hierbabuena
Y a las ventanas abiertas con afán perdurable.
Recuerdo la casa de mi infancia:
Ella tenía puertas de madera entrañable
Y un corazón donde latía el río.
Soy fiel a la luz que invade mi noche
Y a la memoria impregnada de espesura:
El tiempo hace sus propios tapices en el alma
Y la cunde de velámenes copiosos.
Como una hoja de hierro cae la noche:
Los suspiros quiebran la luna y las alas capitulan
En la misma habitación donde los ojos se apolillan.

13/10/2004

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