Hemos dicho palabras,
palabras para despertar
muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde
poder
sentarnos y sonreír.
Hemos creado el sermón
del pájaro y
del
mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.
Nos
hemos
arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de
las
estrellas,
frases como olas,
frases como alas.
Hemos
inventado nuevos nombres
para el vino y para la risa,
para
las
miradas y sus terribles
caminos.
Yo ahora estoy sola
-como
la
avara delirante
sobre su montaña de oro-
arrojando palabras
hacia el
cielo,
pero yo estoy sola
y no puedo decirle a mi amado
aquellas
palabras por las que vivo.
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