CARTA AL AMANTE
Por recorrer tu piel a pedacitos
olvidé la piel agrietada
de la patria,
dejé de andar por sus caminos,
no llegué hasta sus aldeas,
ignoré el hambre y la violencia,
sumergida en un orgasmo inacabable.
Así me fui volviendo caracol.
Me fui volviendo tortuga,
oculta en las profundidades de su casa.
Vivía inútil, cantando
como la cigarra de la fábula.
Mi casa no tenía puertas ni ventanas.
Monumental, ¡el egoísmo me envolvía
en su crisálida!
Sin embargo, nuestro amor crecía.
Nuestro amor, que ha sido
un diálogo de años.
Un amarnos a besos,
a golpes a mordiscos.
SEDA NEGRA
Es de nuevo la caricia
por el lento dibujo de tu cuerpo
es este abrirme las venas
cada día
y la garganta abrir a la blasfemia
es este buscarte
en el límite del vino
y encontrarte de pronto
en la penumbra felina
y es tu piel
y las letras de tu nombre
y la seda negra de tus ojos
y este mi deseo oscuro
de ser luz o río
viento huracanado
o lumbre.
SOLO
Nada he sido
nada soy
sino escondida isla
sin pájaros
ni habitantes
sin voces que la pueblen
yerma
apenas viva
negra isla
huérfana
de la ternura de los nidos
región del vértigo petrificado
sin risas
ni panales
áspera isla soy
hondo lamento arrinconado
en la soledad del viento
polvo y sal
nutren mi médula
desterrada la plegaria
y la esperanza
sin astros finales
sin oráculos
sin nombre
yo la torturada.
POST COITUM
En las noches quietas
pobladas por cuerpos
de levedad salvaje
por el olor de grávidos ciruelos
y espejismos en que el deseo
como un puñal mohoso duele
tu placer me aniquila
-irredimible amor-
entre heladas caracolas
y corolas lívidas
Luego
un cántico se inclina
bajo el peso del deleite oscuro
y la pregunta triste
AUTORRETRATO
Mentira:
el perfume
la voz
el encaje
la mujer de plástico
flor y ángel.
Verdad:
esqueleto y piel
angustia
pensamiento
eterna herida
inacabada.
De: ECOS DE CASA VACÍA
VIII
Tengo miedo.
Qué difícil contarte esta verdad,
porque tú no sabes nada
sobre su vestimenta leve,
que se va deslizando
por los huesos
y se prende
como una enredadera amarga
en lo más hondo
de las raíces de la vida.
Qué importa.
Todo es tan inútil.
Uno está atrapado,
encogido como un feto,
sin luchar,
porque el miedo bestial
te ahoga, te aprisiona.
No hay sueños, ni recuerdos.
Sólo el agua glauca,
maligna,
que sumerge el cuerpo tembloroso
dentro del miedo.
XIX
Con ecos de casa vacía
resuena tu nombre
y se pierde
en el laberinto de mi lengua.
Desde este túnel
donde aún busco mi muerte
-madre-
de nuevo me atas
al iluminado árbol de la vida,
aunque tú y yo sabemos
que un ataúd espera
por mi rostro sin máscaras,
mi cuerpo desnudo,
mi corazón de polvo.
AMADO
Fui agarrándome de ti,
de tus ojos,
campanarios llenos de palomas,
y tu pecho
encendido como un lucero sólo.
Caminé desesperada
en los senderos
trazados por tus venas
y me así
a tus riñones
y testículos,
a tus orejas
y tu lengua.
Golosa
bebí con gratitud
láudano en tu boca
y me detuve
por siglos en tu sexo:
lo exploré
con soles diminutos
nacidos en las puntas de mis dedos
y cárdenos frutos mancillados.
Copié tu mirada,
doblé tu risa,
y lúbrica mordí
tu agonía con los dientes.
MI CASA
A Francisco A. Méndez
Amo mi casa
por sus cuatro viejos costados
llena de voces y ruidos:
casa de adobe y machihembre
que se queja por la noche
como una viejecita enferma.
Amo esta casa que me habla
desde sus inocentes paredes,
desde sus oscuros rincones
y sus goteras que regresan
cada año con las lluvias de mayo.
Amo esta casa
de habitaciones revueltas
-que guardan las memorias
de los vivos y los muertos-
donde mis hijos
duermen un sueño honrado
y la verdad amarillenta de los libros
reposa en anaqueles que huelen a cedros y
cipreses.
Casa sencilla,
con el lujo antiguo
de un filtro de agua que no sirve,
relojes que no miden el tiempo
y una cocina alegre y cálida,
como deben ser las madres.
Casa hecha para vivir en ella,
o simplemente
para entrar por sus puertas sin cerrojos,
por sus ventanas abiertas
y encontrar su corazón de adobe
que late acompasado
al mismo ritmo de la tierra.
A VECES HUYO
A veces huyo
por intrincados caminos
construidos de palabras,
que me llevan
a los páramos de nadie.
Durante breves momentos
siendo este precario puente
hacia los otros,
con las palabras
que me crecen como ramas
en la boca,
y me sacan
de mi silueta
de animal desnudo.
Desde esta orilla solitaria
agito mis palabras mínimas
como banderas blancas
entregadas a un sueño,
y por algún tiempo
logro fugarme
en las palabras,
hermosas.
THE CLOISTERS
Camino por los claustros
-piedra y columnas-
recordando al orgulloso unicornio
que no quiso subir al Arca de Noé
(súbitas espinas encontré en su cuello
cuando intenté acariciarlo).
Sin rosas en el regazo,
llenos aún los ojos de los tapices que cuentan
la muerte del unicornio,
pienso
en la inutilidad del lamento
mientras -a lo lejos-
el río Hudson
lleva su ofrenda al mar.
A TU ANCHO CUERPO DE JADE
A tu ancho cuerpo de jade
y plata vuelvo,
jinete de manos verdes
y pleno cuerpo verde
de fosforescencias nocturnas.
A tu mansa lengua tibia
regreso,
a tu espléndido torso
de esmeradas vivas
e increíbles resplandores;
a tu canto
de agua simple,
recogida en tu inmenso lecho
de obsidiana oscura.
A tus olas vuelvo inevitablemente,
a tus amadas hojas líquidas
coronadas de magnolias
que se destrozan en instantes.
MUJER
Tatuada
con inscripciones misteriosas
que una mano de fuego
trazó por error
aquí estoy
yo, mujer,
que soy más cadáver que ninguno.
AMOR DESARRAIGADO
Bajo el ala de la noche
que deja
su huella imprecisa
bajo la sombra
del corazón repudiado
rumores de vidrio
rozan el sueño esquivo.
En esa hora que rezuma olvida,
en esa hora secreta y desgarrada,
la piel que me contiene
se llena de nostalgia y latidos.
Desarraigado
el amor
acaricia
la entreabierta herida
que sangra.
CON SUS GARRAS DE ONIX
Con sus garras de ónix,
puntual,
ordeña la muerte
cada uno de nuestros días,
y los sorbe insaciable
con su cruel hocico
de animal carnicero.
Constante nos acecha
con su besos inmensos
de azahares flagelados,
con el helado silencio
de su ombligo infinito,
de oscuro túnel,
donde habremos de olvidar
las amapolas,
el agua, el fuego
,
y la inútil fosforescencia
de los mitos
que inventamos diariamente.
ELLIS ISLAND
Yo imaginaba
peces inverosímiles
bajo ese mar que era -entre ocres y azules-
de un verde titubeante,
cuando el ferry ancló en Ellis Island.
Entonces,
mi corazón hiló historias de emigrantes
que pasaron por allí
llevando en su equipaje
las amadas,
pequeñas cosas:
un retrato,
un reloj,
un espejo,
los viejos libros heredados,
las semillas de la tierra que dejaron.
Hoy,
en Ellis Island,
las paredes
ennegrecidas por el tiempo
sólo guardan las memorias
de los altos,
ojiazules hombres y mujeres,
que vinieron del mar.
Hoy,
los robledales bosquejan
sus sombras en actitud litúrgica,
mientras observo desde el ferry
apagada la luz del corazón.
YO ADMIRABA TUS MANOS
Yo miraba tus manos
e inventaba historias
de aleteos
sobre mis pechos,
de roces suavísimos
entre mis muslos.
Al instante
pétalos y plumas acudían
en una lluvia inesperada
a mojarme los sentidos.
Aprendí así a estar
eternamente
sedienta de panales,
mientras
miraba yo tus manos.
Encabritado
mi deseo se enredaba
entre tus dedos
mientras un mar tibio
me bañaba
en un amanecer sin viento.
MAGIA ERÓTICA
Me disuelvo
en la magia
giro
en medio del fruto
pulposo
oigo
el suave ruido
de la brasa encendida
el lenguaje húmedo
anclado en la boca.
Un tambor anuncia
tu pulso
tu obscuro río.
Cerrados los ojos
te miro
me miro
honda ceniza soy
ahora.
POETA SOLO
Solo
como Borges
en el fondo de la rosa
torturado por báculos de plata
espejos laberintos
talismanes
viendo su ceguera de frente
sin árboles
ni caminos.
Solo
como Whitman el hermoso
se pie frente a sí mismo
sin máscaras
el poeta grita
en una calle
se da con la cabeza
en los muros deshabitados
solo
con su ira pertinaz.
A nadie importa
que ame el tun y la chirimía
la marimba
las tejas de sus indias
sus obscuros pies de adobe.
El poeta
se sienta a contemplar
a la joven Guatemala
-sangre y leche-
desangrándose violada.
El fuego de la furia
lo cobija
como un útero maligno
lo atrapa
bajo campanas delirantes
lo encierra en su caracol de llanto.
El poeta está solo
bajo el cielo azul indiferente.
PUNTO G
Un desangrarse lento
remontable
hasta la más pérfida belleza
hasta el misterio de la carne inerme
un ciego encadenarse
a la vida
en medio de secretas humedades
fingiéndose criatura marina
o tal vez demonio
cómplice de un ángel
goloso y triste
un desangrarse
un encadenarse
un agonizar feroz
entre la luz imprecisa y virgen
de un eclipse
cerrados los labios y los ojos
pero abierta
extraviada
florecida.
MUJER SOLA
La memoria es una tumba abierta
donde puedo enterrar
la piedad por mí misma,
mientras un felino se desliza
muy suave
por el aire de la alcoba
con la afilada garra
dispuesta a rasgar
sin rabia
a la mujer sola
que apenas está saliendo
de los filamentos del sueño.
DESEO
Aún deseo
mis antiguos tiempos
fetales,
en que fui pez
opalescente y ciego.
Mis tiempos de transparencias
líquidas
cuando la premonición
no se aglutinaba en mi garganta,
y el dolor
imponente me olvidaba.
Aún poseo
el dulce anhelo
del retorno al líquen,
al húmedo,
indefinible origen.
CASI PODRÍA DECIRTE
Casi podría decirte
devorada por la angustia
me asomo
a la vieja cueva prohibida
donde habitan
-libres y crueles-
mis monstruos, mis fantasmas,
los antiguos dioses
que me reservan un castigo inevitable.
Apenas un momento
los observo
y sus voces dispersas
se unen
llamándome con su canto de sirenas.
Entre lágrimas
cumplo con el rito silencioso
-madre-
y vuelvo de nuevo
a cerrar esa puerta.
PRESAGIO
Tras las ventanas que tamizan
la luz del sol que muere
aguardaba
el amor de un joven fauno,
su ternura despiadada,
su plenitud un poco melancólica,
el abismo
y la certeza del pecado
que me acechaban en el fondo
de la noche
fogosa de su boca.
Tras los párpados
guardaba ya
el dolor
de su mirada en sombra,
su proclamado
corazón infiel
de su olvido
la ciega certidumbre.
PROPUESTA DEL HIGO
Te propongo
la dulzura del higo,
su carne sonrosada,
replegada y húmeda
como un animal marino.
Goza el misterio de este fruto
,
su textura de molusco,
su íntimo tamaño.
Tersa,
su pulpa
apremiará el deseo
de tu lengua.
Te propongo
las delicias del higo.
Muerde su violado,
desamparado centro,
prueba de nuevo -empecinado-
su carne
que guarda mieles y diluvios.
Las delicias y dulzura del higo
-pequeño y desbordado-
tan sólo te propongo.
Que tu boca profunda
se demore
en el dulzor secreto,
que asalte con lentitud
su carne desvelada.
Deja que a tu paladar
traiga la memoria
de sabores primitivos.